Lo que Juanes no sabe de su visita a Perú

Mientras la estrella colombiana espera en su camerino, a las afueras del la Universidad San Marcos de Lima el verdadero ‘show’ comienza desde temprano

Son las 7 de la noche del miércoles 12 de septiembre a los alrededores de la Universidad San Marcos, en Lima. Es invierno y ya está oscuro. El barrio que rodea a esta casa de estudios no es muy tranquilo que digamos y menos es recomendado para ir solo si es que es la primera vez que vas.

“Cuidado, no lleves carro porque no hay dónde estacionarlo, ni tampoco llames la atención con lo que te pones”, previenen a la gente aquellos que conocen muy bien el caótico y pintoresco lugar.

No se equivocan. Casi cuatro enormes cuadras a la redonda están cerradas y los escasos lugares para estacionar tampoco es que se responsabilicen del todo de tu auto.

A pesar de la presencia de miles de policías que se encargan de la custodia y el desvío de los autos, uno puede ver de todo y el tráfico es una verdadera pesadilla.

El ambiente es de mucho movimiento, más del que se puedan imaginar a la salida de un juego decisivo en el estadio de los Dodgers en Los Angeles.

Los taxis no pueden acercarse mucho y se tiene que caminar hasta el lugar de la multitud. Eso sí, te quieren cobrar tarifa completa “porque no es mi culpa, pe”, te dicen.

La gente se baja de los taxis en una avenida muy popular y solitaria llamada Venezuela. Dicen que es más peligrosa que el mismo país que gobierna en la actualidad el presidente Chavez. Pero no hay otra alternativa, tendrás que atravesarla encomendándote a Dios y en grupo para evitar “dar papaya”, como diría el mismo Juanes.

El paisaje te deja ver viviendas de ladrillos sin revestimiento, la ilumiacion es escasa y los carros te pasan a un lado como si estuvieran compitiendo en el Grand Prix de Mónaco.

Las afueras del recinto universitario es convertido en un mercado popular. Venta de comidas, gorras, camisetas, póster con la imagen de Juanes se venden en el suelo a precios populares.

Pero desde ese lugar de ventas, hasta la puerta del estadio, donde se realizaría el concierto de la estrella colombiana, falta mucho. Es por ello que una veintena de mototaxis y bicitaxis pintadas con los colores de la bandera peruana se ofrecen para llevarte hasta la puerta por una módica suma.

Pero eso resulta una mentira, porque casi al final de su destino son detenidas las unidades por la polícia y hay que caminar nuevamente, pero la excusa es “ah es que debe ser que ya va a empezar y ya no dejan pasar más alla”. Lo curioso es que no son ni las 8pm y se supone que empieza a las 9pm. Ya para qué reclamar, hay que pagar, bajarse y caminar.

El panorama se hace más dantesco al ver a los revendedores de entradas que aparecen por todos lados como pirañas en busca de su presa. “Preferencia, preferencia, VIP, VIP, ¿cuántos quiere?”, se oye a cada paso que das. “Yo sí tengo buenos asientos, ¿cuantos son?”, se escucha más adelante en voz baja de un transeúnte que se dirige a uno sin mirarle a los ojos. Los precios doblan el original, pero te juran que “son los mejores”.

Hombres y mujeres revendedores se pelean a los clientes que a última hora deciden asistir para ver a Juanes tras siete años de ausencia en Lima. Esta vez viene luego de triunfar con su álbum en vivo MTV Unplugged en Estados Unidos.

Con toda seguridad

Varios puntos de seguridad destacan alrededor del lugar hasta el momento en que la gente entrega su boleto en la puerta. Ya anteriormente han sido requisados manualmente en otros puntos de control.

Un grupo de seguridad denominado 911 (el mismo número de emergencias en Estados Unidos) es el encargado del control y acceso de la gente, pero la verdad, pareciera que aquí las emergencias no existen como tal. El desarollo y logística es el mismo para cada concierto y todo esta odisea es para ellos de lo más normal y la gente lo sabe. “Así es pues, ya estamos acostumbrados”, dice un joven con su boleto en la mano y un sandwich en la otra.

Los gritos de un revendedor que discute con una mujer, hace que las miradas se tornen hacia ellos.

La gente que hace fila con sus respectivos anticuchos y otros con choclos y bebidas (Inca Kola), son testigos de la discusión. Reclaman la pérdida del dinero de la venta de un boleto VIP, y eso hace que la polícia se mantenga en alerta ante los gritos e insultos entre ellos. Pero no pasa a mayores, el dinero aparece y todos contentos. Hay que seguir revendiendo. “¿Cuántos quiere?”, continúan.

Mientras eso sucede, los olores a fritangas y el humo invaden cada vez más la puerta de la seccion Tribuna. “¿Por aquí es preferencial?”, pregunta una jovencita, “No, señorita” le responden. “Es en el otro lado. Tiene que irse por fuera”, agregan.

Pobre, le espera una caminata bastante larga y lo peor es que el lugar no te invita a hacer turismo visual. Seguramente llegará oliendo a “anticuchos y chocholí”.

Lo cierto es que las señalizaciones no son muy claras y la gente camina de un lado a otro. Ni siquiera el acceso para los medios está bien definido. Así que es común ver entre la gente a reporteros perdidos y ni hablar de la prensa extranjera que desconoce la logística, se encuentran en otro mundo.

En medio del tumulto se escucha a lo lejos los acordes musicales emitidos por guitarras eléctricas. “Ya comenzó, ya comenzó”, se oye entre la gente de la puerta y los gritos para que se muevan las filas no se hacen esperar.

Una llovizna fastidiosa comienza a caer y el eco retumba las viviendas de ladrillo desnudo de los alrededores. Las cabezas comienzan a asomarse en las ventanas y estudiantes que no compraron boletos se ven trepados en las paredes del estadio buscando ver de lejos al intérprete de “Es por tí”. Pero no pueden ver nada, sólo un mar de gente bañada por el aroma a cebolla de los carritos “sangucheros”.

La música que se oye no es de Juanes, es de la banda telonera de origen peruano Amén, que sin mucho esfuerzo termina ganándose el cariño del público con un buen rock, para luego darle paso a la estrella colombiana.
La gente sigue entrando, los revendores siguen ofreciendo sus entradas, los precios comienzan a bajar levemente de precio.

Los reporteros que tuvieron suerte ya están adentro listos para hacer sus fotos. Otros esperan por su ingreso. Son pasadas las 9p.m. y Juanes está punto de salir a escena. Ni siquiera se imagina lo que han vivido muchos de sus fans para poder ir a aplaudirlo y estar frente a él.

La travesía de este viaje y el dinero extra que tuvieron que pagar, además del precio de su boleto, es algo que cada quien repasa en su mente seguramente, pues quizás muchos de ellos los compraron en reventa para evitarse las filas sin percatarse que más tarde no se escaparían.

Pero Juanes desconoce todo eso. El artista espera en su camerino y repasa seguramente su show mentalmente. Esa noche Juanes le tenía una sorpresa a su público peruano.

Juanes, un cantante que lucha por el bienestar de su pueblo sin caer en politiqueria, regresó a Lima con entusiásmo, pero en el escenario comete la imprudeza de confesar con sorpresa el haber visto “a una Lima mucho más ordenada y limpia” que antes.

Ante ese comentario se oyen los abucheos, pero Juanes reacciona inteligentemente y agrega “y la comida es espectacular. Comí lomo saltado: lo máximo”. En ese momento los abucheos se transforman en ovaciones y dejan en el olvido lo antes expuesto.

“Si se me sale un eructo ya saben por qué”, bromea mientras es correspondido con carcajadas por su público.

Hubo un momento extraño de destacar y fue cuando Juanes quiso brindar un homenaje a la música peruana. Se atrevió valientemente a interpretar ‘La flor de la canela’ acompañado por su percusionista que se sentó a tocar un cajon peruano.

Pero, la versión de Juanes, lejos de halagar a los presentes, lo que hace es crear cierto desconcierto. Al menos eso es lo que comenta la gente al salir. Resulta que Juanes olvidó la letra y lo oculta pidiéndole al público que lo acompañe en algunos versos. Quizás no la olvidó, quizás fueron los nervios que lo traicionaron ante semejante responsabilidad de darle voz a uno de los temas más emblemáticos de la música popular de este país.

Pero ese impace no le importó a la gente y lo asumió como un homenaje y un esfuerzo de un artista colombiano que decidió rendirle tributo con su arte a un país amante de su música y eso se agradece. “Me gustó el gesto. No todos se atreven”, decía una joven a la salida del estadio.

“Conozco esta canción desde los seis o siete años y la cantaba con mis hermanos en el colegio… y es un homenaje a Perú”, habia dicho Juanes en referencia al tema insignia de la desaparecida Chabuca Granda.

Finalmente, su buena dosis de terapia musical con temas como “Fíjate Bien”, “La Paga”, “Could You Be Love” (de Bob Marley), “La camisa Negra”, “Nada valgo sin tu amor” y “Rebelión (No le pegue a la Negra) a ritmo de salsa, el género preferido de los peruanos, inyectó los corazones de los limeños que esperaban con ansias este reencuentro durante su gira por Latinoamérica.

Lima se convirtio así, en el inicio de una gira por este país que luego lo recibiría en el Cuzco y en Arequipa, donde seguramente ocurrián situaciones parecidas a las vividas por los fans en Lima sin que Juanes nunca se llegue a enterar.

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